sábado, marzo 19, 2011

EL DILEMA ENERGÉTICO Y EL DESASTRE DEL JAPÓN

Una versión de este artículo en RAZÓN PÚBLICA

Ilustraciones tomadas de la presentación
"Flujos de energía y seguridad territorial"

De una u otra manera, toda energía es “solar”

De una u otra manera, (casi) toda la energía que utilizamos los seres humanos en la Tierra, procede del Sol. La bicicleta se mueve con energía solar: el ciclista pedalea con la energía que ha obtenido del banano que se comió. El banano es energía solar vuelta materia vegetal, gracias a la fotosíntesis que la mata de banano (por ser planta) es capaz de realizar.

O el ciclista pedalea con la energía que le aporta el bistec con que almorzó… que es energía que la vaca extrajo de la hierba… que es energía solar acumulada en el pasto a través de la fotosíntesis…

La energía que se obtiene al quemar leña (entre el 4% y el 10% de la que se consume en el mundo), es energía solar convertida en madera, gracias también a la fotosíntesis. La combustión de la leña es un proceso similar al que se lleva a cabo en el cuerpo del ciclista en virtud de la respiración. No en vano la combustión y la respiración generan energía, y como subproductos vapor de agua y CO2.


Con los agrocombustibles se obtienen hidrocarburos directamente de las plantas, saltándose el proceso de fosilización.

La energía derivada de los “combustibles fósiles” (que representa algo así como el 87% de la energía que consumimos los seres humanos y que equivale a unos 218 millones de barriles de petróleo diarios), es energía solar acumulada en plantas que, durante los varios millones de años que han permanecido encerradas bajo la superficie de la Tierra, se han convertido en petróleo y en carbón. En gran medida el cambio climático se debe a la liberación a la atmósfera, en corto tiempo, del gas carbónico que el planeta se tomó tantos millones de años para enterrar.


La energía hidroeléctrica, que escasamente representa el 3% de toda la energía que se genera y consume en el mundo, se produce gracias a que el Sol evapora el agua y la sube a cotas altas de la superficie de la Tierra, desde donde luego cae a cotas más bajas. Las turbinas convierten la energía de la caída en electricidad.


Generación hidroeléctrica: el largo camino del Sol al farol

El viento que mueve los molinos que generan energía eólica o que simplemente impulsa una bomba de agua, es aire que se mueve debido a las diferencias de temperatura en la superficie de la Tierra y entre distintos segmentos de la troposfera (la porción de la atmósfera en donde el clima tiene lugar).


La energía que se genera de manera pasiva en los calentadores solares o de manera activa en las células fotovoltaicas, es energía que procede directamente y casi sin intermediarios, del Sol.

Mientras más intermediarios existan entre el Sol y nosotros, sus usuarios, más costosa resulta la energía en términos ecológicos.

¿Y la energía nuclear, de la cual depende hoy aproximadamente el 6% de toda la energía que se consume en el mundo? En otro texto conté una vez, que como resultado de un largo desvelo, descubrí (lo que ya antes otros sabían, por supuesto) que la energía derivada de la fisión (ruptura atómica) de elementos radioactivos, también es energía solar, pero de soles anteriores a ese Sol nuestro de todos los días.


Nuestro Sol y los planetas que giran alrededor de él, se formaron hace unos cinco mil millones de años, a partir de desechos reciclados de explosiones de soles anteriores. Entre esos desechos, están los elementos radiactivos con que se obtiene la energía nuclear.

¿Y la energía geotérmica, la que se genera a partir del calor del interior de la Tierra que suele aflorar a través de las fuentes termales?


Tampoco es energía derivada de manera directa de nuestro Sol, sino que proviene del calor del núcleo terrestre que, en últimas, es el que alimenta la tectónica de placas y con ella la dinámica de los volcanes. Ese calor del núcleo de la Tierra, se genera por la desintegración de isótopos radiactivos de uranio (U), torio (Th) y potasio (K) y por otros procesos físicos que existen allí desde la formación misma del planeta.

La obtención de cualquiera de estas formas de energía, genera impactos ambientales y diversos factores de riesgo. Desde la producción misma de los alimentos necesarios para alimentar (todavía de manera desigual) a una población de siete mil millones de seres humanos y que, entre otras consecuencias, implica la ampliación de la “frontera agrícola” sobre suelos con otra vocación.

El consumo de leña incrementa los procesos de deforestación. El mayor riesgo de los agrocombustibles se deriva de su condición de monocultivos, con todo lo que ello implica.


El uso y el abuso de los combustibles fósiles, como es bien sabido, es la causa principal del cambio climático. La extracción de petróleo y de carbón acarrea múltiples traumatismos (y de pronto algunos beneficios, no proporcionales) para los ecosistemas y las comunidades de los territorios en donde esa extracción tiene lugar.

La generación hidroeléctrica, aparentemente tan “limpia” en algunos aspectos, también produce grandes impactos sobre los cuerpos de agua intervenidos, sobre los ríos “atajados”, sobre los peces y otras especies que existen en esos cuerpos de agua y, por supuesto, sobre las comunidades que existen en la vecindad del los embalses o que son desplazadas para su construcción.


Ruptura de la presa de Los Frailes - España 1998

El embalse donde se produjo este accidente no estaba construido para fines de generación eléctrica sino que forma parte de una explotación minera.

La energía eólica generada por grandes legiones de molinos de viento, tampoco está exenta de impacto ambiental. Las aves resultan especialmente damnificadas por esta forma “limpia” de generar energía que nos hemos inventado los seres humanos.

No tengo a mano datos sobre impactos ambientales negativos de la generación directa de energía mediante celdas solares, pero supongo que los debe tener. Nada carece de impacto ambiental… salvo posiblemente el magnífico vuelo de los gallinazos.

Los riesgos de la energía nuclear

En estos días, a raíz de la preocupación y de la radicalización mundial que se ha reavivado con motivo de la crisis de los reactores del Japón, alguien defendía (por contraste) la energía nuclear, alegando que la ruptura de la presa de un embalse para generación hidroeléctrica, también representa una grave amenaza para las comunidades que se encuentran aguas abajo. Los muchos desastres ocurridos en el mundo por esa causa, no dejan lugar a dudas sobre los peligros ligados a esta forma de generación.


Foto: Creative Commons

Sin embargo, quien logra ponerse a salvo del impacto directo del agua, si bien puede resultar damnificado en muchos aspectos, a todas las afectaciones que sufra no les suma el peligro de la radiación. Que yo sepa, quienes sobreviven a un desastre de origen distinto al nuclear, no están expuestos a daños genéticos capaces de afectar a sus futuros descendientes.

A pesar de la apología vehemente (y a veces demente) que hace de la energía nuclear nuestro admirado maestro James Lovelock en el libro “La Venganza de la Tierra”, en el que formaliza su conversión a la religión pro-nuclear, ni la ciencia y ni la tecnología más avanzadas, cuentan aún con las herramientas necesarias para evitar un desastre nuclear.


Secuencia y consecuencias de una de las explosiones en la central nuclear de Fukushima - Foto: Reuters

Muchos defensores a ultranza de la energía atómica nos han dicho en estos días por televisión, que después del accidente de Chernóbil se reformaron las tecnologías y los reactores para garantizar que no volviera a ocurrir en el mundo un desastre de esa magnitud.

El 1999, en Tokaimura, una ciudad del Japón, se presentó otro accidente nuclear, de mucha menos gravedad que la del que ocurrió casi 13 años antes en Chernóbil, debido a una sucesión de descuidos inexplicables en una sociedad tan avanzada tecnológicamente y tan disciplinada como la del Japón. Más sobre este accidente nuclear A - B

Con sorpresa nos enteramos esa vez, de la existencia en ese país de plantas nucleares con tecnologías obsoletas y sin los necesarios sistemas de control; de que los bomberos de una ciudad con varias plantas atómicas, carecían de equipos de protección adecuados para enfrentar la radiación; de que las comunidades de la zona de influencia de las plantas tampoco contaban ni con la información ni con la preparación necesarias para actuar de manera adecuada en caso de un accidente nuclear. ¡Esto no sucedió en un país del peyorativamente llamado “Tercer Mundo”, sino en el Japón!

Conclusión: la energía nuclear todavía resulta demasiado peligrosa para la humanidad, aun cuando existieran (que no existen) garantías de que solamente se va a utilizar para fines de paz. Las demás formas de generación también implican impactos y riesgos, pero son más susceptibles de controlarse con la tecnología actual. PAGÍNA RECOMENDADA


MANIFIESTO CONTRA LA GUERRA

La crisis nuclear que actualmente vive en Japón y cuyas consecuencias finales todavía estamos lejos de conocer, parece haberse regido por la Ley de Murphy: en la central de Fukushima todo lo que podía fallar, falló. Lo mismo que sucedió con la explosión del pozo Macondo en el Golfo de México a mediados del año pasado: una desafortunada sucesión de fallas, fue anulando uno tras otro todos los mecanismos previstos para evitar un desastre. Pero, pese a la enorme magnitud de los daños que produjo la explosión del pozo petrolero, allí no existió el peligro adicional de la radiación.


Foto: EFE

El experto nuclear colombiano Jorge Vallejo, en entrevista reciente en EL RADAR de Caracol relativizaba la amenaza actual y potencial del colapso de los reactores de Fukushima, anotando que, sin que exista un accidente nuclear de por medio, uno de cada dos hombres y una de cada tres mujeres en Estados Unidos, van a tener cáncer en algún momento de sus vidas.

Ese dato (que presumo cierto aunque no lo he podido confirmar), no solamente no me tranquiliza, sino que me alarma aun más. Ya no solamente por los reactores nucleares en sí, sino por el significado de un modelo de desarrollo que, en uno de los países en donde se supone que la gente tiene mejor calidad de vida, la mitad de la población masculina y un tercio de la femenina están condenados a padecer de esa grave y muchas veces mortal enfermedad. El cáncer, como se sabe, surge de la interacción entre factores genéticos y determinados disparadores ambientales: tipo de alimentación, sustancias y radiaciones con las que se tiene contacto, incluso factores generadores de stress. Aunque si una persona se ve expuesta a un excesivo nivel de radiación, dudo que la predisposición genética juegue un papel importante en la aparición de ese mal.

"El mayor fallo de Fukushima es Fukushima" Un artículo de Rafael Méndez de El País de España, reproducido por El Espectador. Muy buen nivel de análisis.


¿Qué alternativas tiene entones la humanidad?

No cabe duda de que los seres humanos necesitamos energía. Esto implica que tenemos que correr los riesgos inherentes a su generación. ¿Qué hacer? ¿Qué alternativas le quedan entonces a la humanidad?

En primer lugar, me parece necesario apostarle a aquellas formas de generación cuyos riesgos sean más posibles de controlar: desde los riesgos ligados a la obtención de las materias primas hasta aquellos relacionados con el manejo y la peligrosidad de los desechos, pasando, claro, por los riesgos de la generación y la distribución. Desde ninguno de esos puntos de vista se puede afirmar que la energía nuclear, tal y como se utiliza hoy, es segura. Eso lo está demostrando la situación que vive hoy el Japón y que tiene en vilo al resto del mundo. Ya veremos qué pasa cuando se desarrolle la fusión (con “u”).

En segundo lugar, es necesario fortalecer la gestión del riesgo en todos los procesos relacionados con la generación de energía a partir de otras fuentes, empezando por supuesto con los combustibles fósiles y la generación hidroeléctrica. En este caso, la responsabilidad ética y social de las empresas estatales y privadas generadoras, transmisoras y comercializadoras de energía, y de las empresas extractoras y transformadoras de materias primas, resulta de interés público, obligatoria, irrenunciable y esencial.

En tercer lugar, se deberían privilegiar todas aquellas formas de generación que contribuyeran a una mayor (aunque siempre relativa) autonomía regional, a una mayor transparencia y a un mayor control social. La palabra “autonomía” suele producir reacciones alérgicas inmediatas y fuertes, porque se confunde con aislamiento o con autarquía. Pero no: la autonomía no se contrapone con la conformación de redes y múltiples interconexiones, pero el control y las decisiones sobre la totalidad del sistema no dependen de un solo actor central. Hoy sabemos que la energía eléctrica es y se administra como una mercancía más, y la mayor parte de las decisiones que inciden sobre ella dependen de las leyes de la oferta y la demanda, mientras que las regiones en donde la energía se genera (las que corren los riesgos que acarrea su generación), son meras espectadoras pasivas, que la mayoría de las veces ni se enteran de quién, dónde y cómo se toman las decisiones que determinan el presente y el futuro de la respectiva región.


En cuarto lugar (y aquí sí sería válido pensar en que el desastre del Japón podría significar una oportunidad) es necesario impulsar el avance de tecnologías que promuevan, masifiquen y democraticen la posibilidad de acceder de manera más directa a la energía solar. Los países más desarrollados científica y tecnológicamente como el Japón, poseen todo lo necesario para liderar y hacer eficaz ese que debería ser a partir de ahora un derecho humano (el derecho a una energía segura –a una seguridad energética- para el ambiente y para los seres humanos) y un propósito colectivo de la humanidad.


La seguridad energética en la 'telaraña' de la seguridad territorial

Para lograr eso se necesita una verdadera voluntad política basada en la presión social. Recordemos que el carro eléctrico no solamente ya estaba totalmente inventado en las primeras décadas del siglo pasado, sino que además se comercializaba en igualdad de condiciones con los carros con motor de combustión interna. Sin embargo desde entonces se sabía ya que los intereses de la industria petrolera iban a impedir el avance de ese tipo de vehículo, tal y como finalmente ocurrió.Ver también: Who killed the electric car?

Las declaraciones de los fanáticos de la energía nuclear, hoy más abundantes y contundentes que nunca (a pesar de las noticias agobiadoras que vienen del Japón), indican que el papel que cumplió la industria del petróleo contra el carro eléctrico en el primer tercio del Siglo XX, lo cumple hoy la energía atómica frente a otras formas de generación eléctrica que, de desarrollarse, le puedan competir.


A diferencia de las plantas (que por eso se llaman autótrofas), por más esfuerzos que hagamos nosotros no podemos alimentarnos directamente de energía solar.

Y en quinto (que podría ser también primer) lugar, resulta indispensable que aprendamos a reducir el consumo de energía, a depender menos del petróleo y de otras formas convencionales de generación eléctrica.

Es común, por ejemplo, en cualquiera de las ciudades de clima caliente de nuestros países, que los grandes auditorios estén totalmente aislados del mundo exterior y que dependan de grandes cantidades de electricidad para el aire acondicionado y la iluminación. Se dice que en muchos lugares el estatus de una persona o de una institución, se mide por su capacidad para poner más fuerte el aire acondicionado en la oficina o en el carro.

Por otra parte, he tenido la oportunidad de estar toda una semana, en un evento en una maloca en la selva amazónica, en el interior de la cual la temperatura permanecía agradable y constante, a pesar de que afuera lloviera, hiciera viento, bajara la temperatura o aumentara el calor. El conocimiento de los sistemas pasivos de control de temperatura como estos, y otros propios por ejemplo de las construcciones tradicionales de los árabes, se deberá volver obligatorio para los arquitectos, ingenieros y constructores, en un mundo cada vez más agobiado por el cambio climático.

En un artículo que publiqué a principios de 2010, titulado "La necesidad inevitable de una recesión planificada" mencionaba el hecho paradójico de que medimos nuestro “éxito” en la vida y en la sociedad, en función de nuestra mayor capacidad para consumir materiales y energía, y por ende de nuestra mayor capacidad para producir desechos y para contribuir, mediante las emisiones de gases de efecto invernadero, al agravamiento del cambio climático.


Anotaba allí también, que “el mundo necesita embarcarse en una recesión planificada, con el reto de lograr lo que parece imposible en la teoría y en la práctica: reducir el tamaño y, por ende, el impacto de las economías depredadoras (sean capitalistas, comunistas, socialistas o como se quieran rotular), y al mismo tiempo incrementar la calidad de vida de los seres humanos, no medida en términos de nuestra capacidad de depredar sino de nuestro goce de existir.”

En solo 14 meses hemos sido testigos de un gran desastre en uno de los países más pobres del planeta, como es Haití, y en uno de los más ricos, como es el Japón. Las consecuencias del segundo, por supuesto, van a tener sobre el planeta un impacto mucho mayor, en muchos sentidos, que las consecuencias del primero.

El desastre que está afectando en este momento al muchas veces heroico pueblo del Japón, no es por supuesto el fin del mundo, pero sí puede marcar EL COMIENZO DEL FIN DE UN MUNDO basado en el consumo excesivo y altamente dependiente de formas de energía muy peligrosas para el planeta y en consecuencia para la humanidad.


¿Que nos dicen los DERECHOS DE LA INFANCIA sobre la forma más conveniente de energía para el presente y sobre todo para el futuro?
Foto de Kim Kyung-Hoon - Reuters


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1 Comments:

Anonymous Beatriz Garces said...

Como siempre, aprendí mucho y disfruté de sabias y hermosas palabras e ideas. Entre tantas otras cosas, resuenan adentro las ideas de cuidar la autonomía regional, avanzar en la dirección de aprovechar la energía solar más directamente, ir abriendo la mente a una disminución planificada del consumo energético...
Gracias Gustavo!
Abrazos y sonrisas.

1:49 a.m.  

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